En verano, los centros educativos despiden a sus alumnos y alumnas, y aprovechan para acometer obras enfocadas a mejorar sus instalaciones para el siguiente curso escolar.
“El entorno físico inmediato condiciona nuestro comportamiento y nuestra manera de sentir y comprender todo aquello que nos rodea”. Desde esta perspectiva, este artículo quiere esbozar los cinco ámbitos de actuación que, según nuestras experiencias, se deberían tener en cuenta en cualquier intervención que se llevara a cabo.
1. Habitabilidad del espacio.
Las primeras consideraciones deben orientarse a garantizar la habitabilidad del espacio. El desarrollo diario de las actividades realizadas en el centro educativo, unido al desgaste natural de sus elementos por el paso del tiempo y la falta de mantenimiento, ocasionan un deterioro importante en las infraestructuras.
De nada sirve cambiar el mobiliario, la pintura o las luminarias, si el centro presenta deficiencias que impidan o dificulten el trabajo diario del alumnado y el equipo docente: goteras, humedades, falta de revestimiento, carpintería en mal estado, fallos en la instalación eléctrica, etc.
Estas deficiencias no suelen ser puntuales, sino que aparecen y desarrollan a lo largo del tiempo. Son muchos los centros que observan y conviven con ellas durante un largo periodo de tiempo sin poder actuar. En muchas ocasiones no se les da la importancia suficiente o, aun teniendo voluntad de intervenir, no se tiene capacidad técnica y/o económica y, en consecuencia, se agrava el problema.
Para conservar las infraestructuras en buen estado y minimizar sus problemas en el futuro, se aconseja desarrollar y ejecutar un plan de mantenimiento preventivo que defina acciones de forma planificada, periódica y programada, para prevenir, retrasar o evitar el deterioro y/o rotura de los elementos y alargar así su vida útil.
2. Accesibilidad universal.
Cuando hablamos de accesibilidad solemos referirnos a su componente físico, pero este concepto es mucho mayor y comprende tanto la accesibilidad física, referida a las barreras arquitectónicas, como la accesibilidad sensorial, referida a los sentidos que utilizamos en el proceso de comunicación, y la accesibilidad cognitiva, referida a la capacidad de entender la información que nos rodea. Alcanzar esa condición de accesibilidad requiere que el diseño, en origen o cuando se abordan modificaciones o reformas, tenga en cuenta la diversidad de las capacidades humanas.
Considerando lo establecido en la Convención internacional sobre los derechos de las personas con discapacidad, “la accesibilidad es un derecho que implica la posibilidad real de una persona de ingresar, transitar, permanecer y salir de un lugar de manera segura, confortable y autónoma.” Atendiendo a esta idea, entendemos que todos los entornos y edificios, públicos o privados, incluidos los centros educativos, deberían adentrarse en esta senda y trabajar por facilitar el acceso y la utilización no discriminatoria, independiente y segura de los edificios a la mayoría de las personas, con independencia de sus habilidades o capacidades.
Para trabajar con el objetivo de conseguir centros educativos más inclusivos para todas las personas, se recomienda realizar un análisis de la situación actual del centro en materia de accesibilidad y corregir, en caso de que fuese necesario, aquellos aspectos que en la actualidad dificulten la accesibilidad física, sensorial y cognitiva del mismo, en función de cada caso y las necesidades propias del centro.
3. Eficiencia energética.
Para una correcta gestión energética es necesario conocer y evaluar los aspectos que determinan cuáles son los elementos más importantes a la hora de lograr la optimización energética. Este conocimiento nos permitirá, además, un mejor aprovechamiento de los recursos y un ahorro en el consumo.
La mayoría de las personas, al hablar de eficiencia energética, piensa en equipos de climatización e instalaciones y, en consecuencia, el alto coste que supone modificar o sustituir cualquiera de estos elementos. ¿Pero son las instalaciones la única forma de mejorar la eficiencia energética de los centros?
Las mayores pérdidas energéticas de los centros se producen a través de huecos (puertas y ventanas) y cerramientos (paredes y techos). Esta pérdida energética aumenta las necesidades de radiación o refrigeración del espacio, y de ahí surge la necesidad de utilizar equipos de climatización. Por tanto, si se apostara por una buena intervención en la envolvente del edificio, se conseguiría reducir las necesidades de climatización y, consecuentemente, se reducirían reducirá las emisiones de gases contaminantes.
Por otro lado, se pueden implementar pequeñas medidas de ahorro energético que ayuden a reducir la demanda, enfocadas en cinco aspectos principales:
– Cambio de hábitos del alumnado y el equipo docente.
– Aprovechamiento de la luz solar y sustitución de las luminarias actuales por otras de tipo LED.
– Cambio de vidrios y carpinterías, apostando por otras de mayor calidad, doble acristalamiento y marcos con rotura de puente térmico.
– Implantación de elementos de control solar como toldos, estores, persianas, voladizos o vegetación.
– Consumo responsable y conservación del agua.
4. Zonas de recreo.
A menudo, los centros prestan menor atención a las zonas de recreo que a sus aulas. Los principales puntos olvidados suelen centrarse en la generación de sombra, puntos de agua y espacios de estancia.
El clima propio de la zona sur de España obliga a aplicar medidas de sombra y garantizar puntos de agua potable en los patios de recreo, expuestos al sol en las horas de su uso más intensivo, un requisito fundamental para evitar insolaciones y permitir su plena utilización por parte de los alumnos y alumnas. Respecto a la generación de espacios de sombra, contamos con numerosas opciones, siendo la vegetación y las pérgolas los elementos más utilizados.
En consonancia con estas medidas, se deben incorporar espacios de estancia amables y acogedores, que inviten a las personas a permanecer en ellos. Estos espacios servirán para facilitar la comunicación y convivencia entre alumnos y alumnas, y serán lugares idóneos de relación.
Destaca la necesidad de llevar a cabo una “transformación urbanística” de los patios de muchos centros, con el objetivo de generar espacios educativos y naturales, que respondan a los intereses de la mayoría de los niños y niñas, fomenten la realización de actividades diversas en ellos, y huyan del predominio de los espacios deportivos.
5. Diseño interior y flexibilidad del espacio.
Los centros educativos, por lo general, poseen espacios muy rígidos y anodinos, que pueden suponer verdaderos obstáculos a la hora de fomentar el interés, la imaginación o la participación del alumnado.
Las estrategias de mejora acordes a los nuevos modelos de enseñanza que actualmente se implementan se estructuran en tres líneas:
– Espacios abiertos de aprendizaje fuera del aula, que fomentan la comunicación entre los alumnos.
– Flexibilidad de las aulas, dando mayor movimiento a los alumnos, y facilitando la forma de interactuar entre ellos: trabajos en grupo, debates, dinámicas, etc.
– Condiciones de confort térmico, lumínico y acústico, con objeto de favorecer la motivación y el rendimiento educativo del alumno, y evitar distracciones.
Desde hace tiempo es conocida la importancia del impacto ambiental que producen los edificios en las personas, pero son relativamente recientes los estudios que vinculan el impacto del diseño con la calidad del aprendizaje, destacando, por ejemplo, que “las condiciones ambientales pueden mejorar hasta un 25% el rendimiento escolar de los jóvenes”.
La luz, el color o la distribución, crean un ambiente de confort que favorece la motivación, dando como resultado un buen rendimiento educativo, consecuencia directa del buen uso de los espacios. Apostar por cambiar el entorno físico mejora, pues, el aprendizaje de los alumnos.
Los cuatro principios del diseño en los espacios de aprendizaje son:
– Confort: espacios que permiten generar sensaciones físicas y mentales de comodidad y bienestar.
– Estética: reforzando el placer que transmiten la armonía, la sencillez y la idoneidad para el uso.
– Integración: equilibrio entre los recursos educativos y tecnológicos.
– Reutilización: el potencial para el uso múltiple de un espacio.
Las propuestas de diseño caracterizadas por la versatilidad, la transparencia y la polivalencia, posibilitan una mayor libertad de movimiento de los alumnos. Para ello se deben tener en cuenta distintos parámetros de diseño como la iluminación, la orientación, la acústica, la temperatura, la flexibilidad de los espacios, la calidad del aire, los colores o el mobiliario.
Ejemplos de nuevas propuestas de diseño vinculadas a nuevos aprendizajes son, por ejemplo, pasillos entendidos como espacios para compartir y aprender, equipados con pizarras, murales colaborativos, sofás de lectura, mesas de trabajo, rincones de descanso… o zonas comunes versátiles, constituidas por espacios amplios, abiertos y flexibles que permiten distintos usos: charlas en grupo, trabajo individual, obras de teatro, reuniones con familias, exposiciones, ocio…
Cada contexto, cada metodología y cada política de centro definirán unas necesidades determinadas que marcarán las características de la intervención que debe llevarse a cabo en los espacios de aprendizaje.
Desde La urdimbre nos ponemos a disposición de los centros para poder resolver sus dudas o consultas, y les animamos a reflexionar sobre los nuevos modelos de espacios que se podrían generar como consecuencia de las nuevas necesidades del alumnado y profesorado.
LA URDIMBRE.
Mónica Ruiz-Roso y Marta Barbero